INTERNACIONAL | 21 DIC 2025

CRISIS

¿Policrisis? ¿Interregno? ¿Tiempo Liminal?

Crisis económica. Estanflación. Fragmentación geoeconómica. Guerras arancelarias. Desglobalización. Ocaso de la unipolaridad. Crisis climática. Desafección democrática. Todo esto está sucediendo simultáneamente hoy en el mundo, con distintas intensidades y combinaciones según el país que elijamos.




Por Álvaro García Linera (*)

¿Como entender lo que sucede? ¿Es el “fin de los tiempos”? ¿De la civilización? Para comprender lo que sucede han surgido varios conceptos de apoyo

Uno de ellos es el de “policrisis”.

Recuperando un término formulado por Morin en los años 90s, el profesor A. Tooze, ha propuesto la categoría de policrisis para referirse al momento excepcional y caótico que actualmente está viviendo el mundo. Posteriormente el Foro Económico Mundial de Davos y el Banco Mundial, han adoptado el término para hacer sus evaluaciones sobre la situación global actual.

En su acepción simple, policrisis hace referencia a la convergencia de muchas crisis independientes ocurriendo simultáneamente, superponiéndose y retroalimentándose entre ellas. En particular, es la manera de nombrar la perplejidad general que estas perturbaciones provocan y la pérdida de confianza en los dispositivos de conocimiento que se tienen para descifrar el porvenir. Pero, como el propio Tooze lo reconoce, es una “teoría débil” que no permite “especificar los factores que impulsan” las crisis ni mucho menos “el peso específico” de cada una de ellas. Lo que a la larga resulta “confuso e inútil” (Chartbook, # 407).

Interregno

Fue Gramsci quien retomó esta categoría usada para designar los complejos e irregulares tiempos que emergen del fin de un soberano hasta la entronización de uno nuevo (del latín “inter”, entre; “regnum” reinado), para designar ese ínterin histórico de la “muerte de las viejas ideologías” que mantenían el consenso social de las clases dominantes. Por ello, es el tiempo en que esas clases dejan de ser dirigentes y quedan solo como dominantes; como detentadoras de la “pura fuerza de la coerción” (Cuaderno 3, 34).

Si bien es un momento de tránsito de una forma de legitimación a otra, el interregno señala una “crisis de autoridad” pero cuya resolución históricamente normal queda “bloqueada”. Las masas populares se “separan” de la ideología dominante pero no para abrazar inmediatamente otra; sino para sumergirse en un “escepticismo generalizado” hacia todas las “teorías y fórmulas generales”. Así, en medio de esta “muerte de las viejas ideologías”, lo que prevalece como cohesión social es el vínculo del “puro hecho económico” y el “cinismo” descarnado en política.

Si bien “lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer”, es ahí cuando surgen, necesariamente, las condiciones para la “formación de una nueva cultura”. Y él creía que sería la socialista.

El problema de este potente concepto es que deja de lado la economía.

Tiempo Liminal

Inicialmente, la liminalidad fue propuesta por los antropólogos Gennet y Turner para estudiar el tránsito a estados estructurales de la vida de un pueblo, como la guerra o la escasez. Es un tiempo de disolución y descomposición de las normas prevalecientes en el que lo viejo y lo nuevo “no están ni vivos ni muertos, por un lado, y a la vez están vivos y muertos, por otro” (Turner, 1964).

Nosotros utilizamos el concepto de tiempo liminal para caracterizar la manera subjetiva y colectiva con la que todos los actores sociales experimentan la dirección del tiempo histórico de sus vidas en momentos de transición de un régimen mundial de acumulación económica y legitimación política, a otro.

Señala el cierre de una época y el inicio de una nueva, pero no como tránsito gradual, ni como una apacible mezcla anfibia; sino como un vacío, una desesperante ausencia íntima. Es un corte abrupto en la experiencia del sentido del tiempo y deja a las personas sin sustituto imaginado ni premonición plausible durante varios años, quizá décadas.

Este tiempo liminal tiene 4 componentes estructurales:

1. Crisis económica general

No hay crepúsculo de creencias sociales sin deterioro del soporte material económico que lo arropó. Cuando la economía crece, los ingresos monetarios mejoran, la movilidad social, rápida o lenta, es verificable y las jerarquías de reconocimiento se afianzan, las adhesiones morales entre gobernantes y gobernados son estables. Esto se diluye cuando hay una parálisis del ascenso social, una caída del estatus, un recorte de la capacidad de gasto o un freno a la asequibilidad a los bienes socialmente disponibles. Es decir, cuando emerge una crisis económica.

2. Divergencia de elites

Cuando el estancamiento económico se prolonga, las elites empresariales y políticas rompen sus acuerdos previos que encausaron la bonanza. Divergen en cómo salir de la crisis, dando lugar a una mutación de los bloques de poder con propensión hegemónica.

Las derechas se escoran a la extrema derecha proponiendo regresar a la pura lealtad neoliberal de los “ajustes macro” y el disciplinamiento de las clases populares. Otras, propugnarán levantar murallas arancelarias para recuperar protagonismo manufacturero; pero manteniendo para adentro el uso neoliberal de los recursos públicos estatales. Las izquierdas y progresismos saldrán de su marginalidad y podrán hallar oídos receptores con la aplicación de nuevos caminos para mejorar la economía y los ingresos populares: subir impuestos a las grandes empresas, incentivar la demanda con gasto público, desplegar políticas neo-industrialistas, etc.

Si los primeros fallan, las políticas de izquierda podrán llegar a los gobiernos. Pero si la izquierda falla, la venganza será feroz y las derechas revanchistas buscaran terminar con cualquier atisbo de oposición popular. Por ello, lo más probable es que se asista a oleadas y contraoleadas simultáneas de proyectos enfrentados.

3. Suspensión del tiempo histórico

En medio de este declive y malestar general, los viejos sistemas de legitimación se desploman y fragmentan en cámara lenta.

Al no haber un mañana que imaginariamente mejore el presente, tampoco hay un camino, recto o tortuoso, mediante el cual acortar los dilemas del presente con respecto al bienestar imaginado. Entonces el tiempo histórico desaparece, pues este supone un flujo, turbulento o discontinuo, pero dirigido hacia un horizonte, una meta, un destino. Ante el vacío de porvenir, la sociedad se sumerge en la experiencia corporal de un tiempo suspendido, carente de flujo con respecto a fines; navegando en un presente sin sentido y dilatado hasta el infinito.

4. Disponibilidad social

Sin embargo, ninguna sociedad puede vivir indefinidamente en la incertidumbre estratégica.

Por ello, al estupor y desasosiego social, en algún momento le ha de seguir abruptamente, una disponibilidad cognitiva a revocar viejas narrativas y a aferrarse a unas nuevas, las que sean, pero con las que sea factible encontrar soluciones a las ansiedades y necesidades que agobian. Será el momento de la cristalización de un nuevo sistema de creencias que viene acompañado de un nuevo modelo de acumulación económica que dé verosimilitud a sus expectativas.

La apertura cognitiva no tiene rumbo preestablecido ni fecha anticipada. Puede tomar caminos conservadores, por ejemplo, variantes posfacistas; o también reformistas o inclusive, revolucionarias. La lucha política de ese momento, de cómo y con qué hayan concurrido las fuerzas políticas y económicas a esa disponibilidad cognitiva de la sociedad, influirá en la naturaleza del nuevo ciclo del tiempo histórico.

Mas eso, vendrá después. Por ahora, el mundo está apenas en medio de esta vorágine liminal.

(*) Publicación de Pagina 12 de diciembre de 2025