sábado 22 de junio de 2024 - Edición Nº1390

Cultura | 15 jun 2024

El ser humano como herramienta

Mutantes

Lo que se observa en la periferia de un país inmensamente rico como la argentina, es que el capitalismo no tiene respuesta para detener su fuerza autodestructiva, pero también se observa en Gaza y en Ucrania. Son síntomas de la barbaría de la acumulación capitalista sin sentido. En la reciente reunión del G7 se puede ver al presidente de una superpotencia imperial perdido y a un grupo de presidentes obsecuentes buscando la foto. Presidentes de los países centrales que no dimensionan el riesgo que corren sus pueblos ante la implicancia de haber puesto misiles de largo alcance en manos de un presidente títere. Todos ocultan el poder que les ha concedido ese lugar que no es precisamente el poder popular. Esta nota de Sandra Ruso es interesante, pero no se puede dejar de subrayar mas allá de su análisis que este derrotero fue ya coronado con Menem y afirmado con Macri, ambos elegidos por el voto popular, sin olvidar a Alberto Fernández, que en apariencia distinto convalido una deuda externa fraudulenta. Todo contrato social se corrompe si no hay verdad y justicia, aunque el poder tiene otros condimentos preponderantes que pueden ser fatales para la democracia. Hay más traidores a la patria que patria y hay una batalla cultural cuyo punto de inflexión para llegar a la actualidad se puede ubicar en la última dictadura, cuya cualidad fundamental fue aplicar un plan de exterminio junto a un plan económico, no muy distinto que el actual en término de objetivos capitalistas. No hay muchas opciones, siempre se decide entre continuidades, rupturas y singularidades.


Uno de los fenómenos mutantes que planifica el pensamiento de la ultraderecha en particular a la que adhiere Milei, es la fusión entre lo humano y lo tecnológico. Un homo tecno. Está en la agenda de los largoplacistas radicales, la corriente de filosofía con sede en Oxford que es la que más se lee en Silicon Valley. Pero también está a la vista, y aplicada, en algunos proyectos concretos, como poner en valor de mercado a Marte, o crear chips que puedan insertarse en los cuerpos para funcionar de cerebros asociados. Imagínense los múltiples usos políticos de cuerpos intervenidos. Imagínense publicidad entre sus propios pensamientos. Ya no seríamos la misma especie. 

Que a Milei lo entusiasme encargar la redacción de una ley de Reforma del Estado a una empresa privada de inteligencia artificial es otro síntoma de esa pertenencia que, por ejemplo, no es la de Vox. También desprecian lo humano, pero no fetichizan la tecnología al grado en lo hace Milei. Se propia mente es la que está interferida ya irremediablemente por la dimensión existencial localizada en el algoritmo.

Lo humano les parece despreciable porque, ya en lectura ideológica, ha sido corrompido irremediablemente por el colectivismo, una palabra que usa Milei porque la usaban los austríacos. Puede ser comunismo, socialismo, peronismo, chavismo, cooperativismo, sindicalismo, mutuales, todo, absolutamente todo lo basado no necesariamente en marxismo, como se excusan, sino en ideas humanistas, que son las de los grandes consensos mundiales y los que han permitido que surgiera la noción de derechos humanos, y de delitos de lesa humanidad. No hay nada que los haga discernir entre humanismo y comunismo; esta ultraderecha odia todo lo que las personas hagan juntas.

Atwood, Orwell, Bradbury o Huxley imaginaron certeramente en sus visiones distópicas mundos donde las personas no pueden tener entre sí vínculos o relaciones. Se aplasta a los individuos, no a los colectivos y mucho menos a los pueblos. La ultraderecha de Milei es como el operativo que montó Bullrich el miércoles: es un dispositivo infernal para que las personas no se junten. La cruz que conjura a este Drácula es la multitud, y por eso mismo están dispuestos a matar.  

El miércoles pudimos ver todo el día un delirante despliegue de fuerzas federales interviniendo con coreografías dictadas por handy para impedir que se juntaran las columnas. Bullrich intentó y logró impedir una foto. La foto de la multitud que en los hechos quieren diluir por todos los medios. Ahora pelaron la carta que encaja en su narrativa mezcla de Netflix y el Superagente 86: el terrorismo. El caos. La carta para paralizarnos y para impedir que salgamos a la calle.  

Parte de la ley aprobada con la mayor corrupción política vista en cuatro décadas, con una senadora recibiendo la dádiva del cargo más codiciado por los venales, va por eso. Y el entrerriano, y el correntino. Qué canallas. Qué ruines. Qué topos.

Tenemos sentada en el Poder Legislativo a mucha gente con un nivel intelectual tan llamativamente bajo, que estas reflexiones parecen abstractas. No lo son. Pero hoy podemos coincidir con Milei, aunque por motivos diametralmente opuestos, en que hay una parte de la política argentina que está completamente podrida y que se ha desechado cualquier principio humanista y moral. Fue el macrimileísmo el que aprobó la ley, incluidos un par de esos peronistas que nunca faltan desde los 90, y  que más vale perder que encontrar.

Entregaron todo. Al cuete. Ninguna negociación con el fascismo es posible. Ya van ochocientas negociaciones abortadas en muchos niveles. El fascismo miente. Siempre. Nace de la mentira. Dice que detuvo sediciosos y mienten. Dicen que los manifestantes quemaron el auto de cadena 3 y mienten. Todos vimos claramente que a los diputados los gasearon porque alguien recibió una orden. Sabemos quién dio la orden. Y vimos que los que incendiaron el auto se fueron acompañados de la policía. A los capuchas de Bullrich los conocemos perfectamente.

Y en estas circunstancias, con dementes perversos inventando una realidad paralela que sus mercenarios multiplican, hay una mayoría legislativa, macrimileísta, que le da facultades delegadas a un violento que puede masacrar a nuestro pueblo.

Lo de Crexell, Kueiler y Espínola dolió mucho. Cuando lo que está en juego es la vida misma del pueblo trabajador de todas las provincias, una cosa es la contingencia de un terrible hecho político, y otra cosa es que tres senadores que habían votado en contra de den vuelta por intereses propios. Ese es el tipo de dirigentes que no sirven para nada, que avergüenzan y que le dan la razón al gran corruptor que el Milei.  

No somos máquinas. Somos humanos. Si no nos aman nos morimos. Si no nos cuidan nos morimos. Esta gente quiere borrar esa noción amorosa del otro y que mutemos, por ahora, a seres incapaces de sacárnoslos de encima.       

Esta demencia a la que veces llamamos fascismo o anarcocapitalismo va mucho más allá de lo económico, o mejor dicho, sus ambiciones económicas demandan la extinción de lo humano, que siempre es y será gregario.         

Hemos luchado contra la dictadura que defiende Villarruel. Sabemos que tenemos razón. Haremos lo mismo con esta dictadura en ciernes, perpetrada por infames traidores a la patria.  

SANDRA RUSSO- 15 DE JUNIO DE 2024- CONTRATAPA PÁGINA/12

 

 

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