Internacional | 26 ago 2024
China un gigante que no descanza
¿Por qué EE. UU. siempre echa la culpa a China? Escuchamos lo que dice un experto estadounidense
Cuando las elites por alguna causa cultural dejan de pensar en la totalidad de su pueblo comienza la decadencia, y el sueño americano de progreso indefinido sin el Estado de Bienestar pasa a ser una quimera, que transforman la salida individual de los ciudadanos en frustraciones sociales. EEUU sigue siendo una potencia mundial y nuclear, sigue siendo un imperio poderoso pero China inclina a su favor la balanza del equilibrio geopolítico a su favor. Eso es una buena noticia en términos de posibilidades para países subdesarrollados para tener un lugar donde filtrar sus intereses geopolíticos con un mayor margen de maniobra y de soberanía. Esta situación no quita que cada país tenga sus propios objetivos y que ni EEUU, ni China será el custodio de intereses ajenos a su estrategia de desarrollo y dominio.
¿Por qué EE. UU. siempre echa la culpa a China? Escuchamos lo que dice un experto estadounidense ¿Por qué las relaciones entre China y EE. UU. está tal como está ahora? El meollo es que EE. UU. no comprende a China, ni está dispuesto a encarar la China real. ¿Cómo surgió la percepción errónea de EE. UU. sobre China? Hace no mucho, el economista político estadounidense Stephen Roach publicó el libro Conflicto Accidental: América, China y el Choque de Falsas Narrativas (Accidental Conflict: America, China, and the clash of False Narratives, en inglés), y algunas de sus ideas pueden tomarse como referencia.
I. EE. UU. es el único culpable de su enorme déficit comercial
La causa fundamental del enorme déficit comercial de EE. UU. radica en los problemas estructurales de su economía y, debido a la insuficiencia de los ahorros domésticos durante largo tiempo, EE. UU. sólo puede recurrir a su enorme balanza de pagos y déficit comercial para atraer capital extranjero. Algunos políticos estadounidenses son muy versados en incitar a la gente de pie, y tomar a China como objetivo de sus ataques no sólo es sencillo y fácil, sino que también encubre el problema de que EE. UU. está utilizando los recursos para el futuro en respuesta a las carencias inmediatas. De hecho, después de que la administración Trump lanzó la guerra comercial contra China, el déficit comercial de EE. UU. con otros países ha aumentado en lugar de disminuir, mientras la imposición de aranceles y la guerra comercial no han ayudado a resolver su déficit de comercio exterior para nada. Esto es no más que una repetición de su represión contra Japón en 1980s. En última instancia, EE. UU. no quiere afrontar los problemas estructurales de su propia economía y, en cambio, busca chivos expiatorios para trasladar a ajenos sus contradicciones internas.
II. No hay ninguna razón justa para librar una guerra comercial contra China
El informe de la investigación de “Sección 301”, elaborado por el ex representante de comercio de EE. UU. Robert Lighthizer, está repleto de falsas narrativas, y es nada más que un pretexto para una guerra comercial. Con la llamada “transferencia de tecnología forzada”, EE. UU. acusa al gobierno chino de utilizar las empresas de capital sino-extranjero para obligar a las empresas estadounidenses a transferir sus tecnologías medulares a socios chinos. Pero en realidad, establecer empresas de inversión conjunta en China es una decisión tan racional como voluntaria de las empresas estadounidenses. En cuanto a los llamados “subsidios industriales”, los gobiernos de todos los países incluyen su apoyo a las importantes industrias en el plan de desarrollo nacional. EE. UU. acusa a China, no porque los subsidios industriales que otorga el gobierno chino a las importantes industrias son fuera de lo común, sino porque las industrias claves que China está desarrollando con empeño son precisamente en los ámbitos donde EE. UU. quiere tomar ventaja en el futuro, y está preocupado por perder su liderazgo. La narrativa estadounidense de la llamada “salida al exterior de las empresas chinas por la adquisición de tecnologías” también se desvía de los hechos. Ya que la mayoría de las empresas chinas que salen al exterior no trabajan en las industrias de tecnologías altas y sofisticadas.
III. Es difícil que la guerra científico-tecnológica de EE. UU. contra China tenga éxito
La administración Trump utilizó falsas narrativas para lanzar una guerra científico-tecnológica contra China, y esto se debe en el fondo a su escepticismo y miedo al rápido desarrollo científico y tecnológico del país asiático. Durante la Guerra Fría, EE. UU. había desarrollado vigorosamente la ciencia y la tecnología. Sin embargo, en un EE. UU. rebosante de confianza al final de la Guerra Fría, la investigación y el desarrollo científico-tecnológicos han perdido gradualmente su estatus prioritario en las inversiones gubernamentales. Mientras que EE. UU. deja su liderazgo tecnológico, exagera la amenaza de sus rivales. Su asedio contra Huawei en todos los aspectos es un claro reflejo de esta mentalidad.
Durante largo tiempo, oponerse a China se ha convertido en parte de la autodefinición de EE. UU., ya que le permite escapar psicológicamente de sus propios problemas como el desarrollo desequilibrado, la división social y la constante contienda interpartidista.
Aunque Trump ha dejado el poder, la falsa narrativa que dirigió ha afectado profundamente la percepción del público estadounidense sobre China. Para la administración Biden, ensimismada en la política electoral y la misma mentalidad de no reconocer sus propias deficiencias, lo único que le queda es repetir muchas de las cosas que había hecho la administración anterior.
(El autor es observador de asuntos internacionales en Beijing) Nota 25 de agosto de 2024. CGTN