

Por Lucas Yáñez
Se cumplen, por estos días, 106 años de aquella semana de enero de 1919 en la que una huelga por la reducción de la jornada de trabajo, el aumento de los jornales, el pago de las horas extras, la eliminación del trabajo a destajo y la defensa de la sindicalización en los talleres metalúrgicos de Vasena e Hijos Ltda. se expandieran, desde la fábrica y los depósitos de la compañía, por toda la ciudad de Buenos Aires, aledaños y buena parte de los centros poblados del país. Nuestro territorio, ambas márgenes del Riachuelo, no permaneció ajeno a la conmoción. Les proponemos un recorrido por la Argentina de principios del siglo XX, añorada por algunos sectores del poder económico, social y político.
Tensión en Nueva Pompeya
Tras 36 días de huelga los directivos de Vasena se mantienen intransigentes a las demandas obreras y contratan rompehuelgas que mantienen los talleres en funcionamiento. Los obreros también están firmes en sus reclamos. La mañana del 7 de enero de 1919, un grupo de huelguistas se acercan a las inmediaciones de las actuales calles Osvaldo Cruz y Diógenes Taborda, donde estaban los depósitos de Vasena, para intentar convencer a los esquiroles que conducían las “chatas” cargadas de materiales hacia los talleres de San Cristóbal, de sumarse a la medida de fuerza. La respuesta fue una descarga de armas de fuego. Las fuerzas policiales que estaban en las inmediaciones se sumaron a la balacera. Se estima que 4 muertos y 40 heridos, en su mayoría vecinos de Pompeya, regaron con su sangre las calles del barrio.
A principios de la Semana Trágica
Los sindicatos de obreros metalúrgicos, de la construcción, del calzado, de la construcción naval, constructores de carros, choferes, curtidores, molineros, tabacaleros, tapiceros, toneleros, se solidarizan con los trabajadores de Vasena y convocan a la huelga para el día 9. En Nueva Pompeya, comercios y talleres permanecen cerrados en solidaridad con las víctimas de la represión.
El mismo 9 lxs obrerxs de la fábrica argentina de Alpargatas, los pasteleros, ebanistas y los talleres de las inmediaciones del Riachuelo paralizan sus actividades.
Desde el local del partido socialista de la calle Loria, una nutrida manifestación se pone en marcha, rumbo al cementerio de la Chacarita, con los féretros de las víctimas de la represión del día 7. A su paso se cierran los comercios en señal de duelo. La columna se irá engrosando a lo largo del trayecto con obreros, obreras y niños.
En el camino se producirán enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. Los más feroces serán en los talleres Vasena, en La Rioja y Cochabamba, y en la iglesia Jesús Sacramentado, en Corrientes y Yatay. Cuando la movilización llegue al cementerio será recibida, una vez más, por disparos policiales. Las víctimas de la jornada se contarán entre 3 y 20. Esa noche se registrarán estallidos locales en distintos barrios porteños. Se especula con la instalación del estado de sitio. Sin ser convocada por el Ejecutivo, la guarnición de Campo de Mayo se pone en marcha hacia la capital. Creyendo que venían a deponerlo, Yrigoyen recibirá al comandante diciéndole: “General Dellepiane, soy su prisionero”.
Mediados de semana
Los frigoríficos de nuestra región como “La Negra”, “La Blanca” y “Wilson” se ven afectados por el paro de los trabajadores en los mataderos, como por los piquetes de huelga en sus inmediaciones. Esto, sumado a la huelga de los panaderos y otras actividades, ocasiona el virtual desabastecimiento de la Capital, sus alrededores y otros centros urbanos.
Cuando cae la noche se hace habitual escuchar disparos en distintos barrios. En los alrededores del departamento central de policía el nerviosismo y el desconcierto cunden por partes iguales entre los uniformados. Más aún cuando se corta la luz en sus dependencias. Cualquier sombra puede ser un enemigo del orden, incluso el general Dellepiane será recibido a tiros cuando intenta ingresar al edificio sin previo aviso.
Desconfiando de la capacidad del gobierno radical para lidiar con la situación, las clases altas, alineadas con el conservadurismo, adiestrarán militarmente a sus jóvenes para formar grupos de choque parapoliciales. La formación se hará en el Centro Naval y estará a cargo del contraalmirante Domecq García y sus oficiales. Nace la Liga Patriótica, jóvenes de la oligarquía que, armados y arengados por los marinos, recorren, a bordo de los automóviles familiares, los barrios obreros para castigar a quienes se atrevían a cuestionar el orden establecido.
La Liga Patriótica, la prensa oficial, la policía y el gobierno identifican a los huelguistas con bolcheviques soviéticos. A estos con inmigrantes rusos. Y a los rusos, con quienes profesan la religión judía. Siguiendo este razonamiento, recorren Balvanera, Almagro y Villa Crespo atacando a cualquier transeúnte (hombre, mujer, ancianx o niñx) que se cruza en su camino. Envalentonados por el éxito inicial de su plan de terror, la Liga Patriótica decide expandir su radio de acción hacia el sur.
Hacia el fin de la Semana Trágica
El territorio de La Boca que hoy conocemos como “Barrio Chino” tenía otro nombre a principios del siglo XX. Con una alta densidad de pobladores anarquistas y socialistas que habían pasado un tiempo a la sombra, en el penal de Ushuaia, era conocido como la “Tierra del Fuego”.
Cuando los muchachitos de la oligarquía lleguen a este extremo sur de la ciudad, serán recibidos por una andanada de piedras, una lluvia de agua hirviendo y disparos de distintos calibres que buscan la revancha de la sangre obrera derramada.
El oficial de policía José Ramón Romáriz, en funciones en la comisaría de La Boca que después será conocida como “la 24”. Contará en sus memorias que,
“Se nos hacía fuego desde varios lugares a la vez: desde lo alto de las azoteas, por las ventanas abiertas de las casas de madera, y aun desde los zaguanes. Estábamos bloqueados y en el más completo aislamiento, (…) nadie concurría en nuestro apoyo o protección. Me asaltó (…) la idea de que de allí no saldríamos con vida. Pensé que la revolución, que adjudicábamos a un sector circunstancial de la población, tomaba las graves proporciones de una insurrección armada de todo el pueblo. (1)
El conflicto que parece extenderse, pero a un costo muy alto para las organizaciones obreras, llevan al gobierno y a estas últimas a buscar una salida. En lo relativo al origen de la protesta, los directivos de Vasena aceptarán las demandas de los metalúrgicos. En lo más general el gobierno se compromete a liberar a los detenidos durante las jornadas de enero, a la desmilitarización de los centros urbanos, a respetar la libertad de reunión y a no tomar represalias jurídicas o policiales contra los militantes.
La Semana Trágica dejará una profunda huella en la memoria de los sectores populares que se pondrá de manifiesto en las formas de encarar la lucha reivindicativa en adelante. Y si prestamos atención, mientras caminamos por nuestras calles, escucharemos los ecos de esas luchas en las luchas de estos días.
(1) Romáriz, J. R., “La Semana Trágica. Relato de los hechos sangrientos del año 1919”. Bs. As., Hemisferio, 1952.