martes 18 de febrero de 2025 - Edición Nº1631

Cultura | 30 ene 2025

Sueños miticos o pesadilla capitalista

Milei y sus mitos. La idolatría del mercado

El presidente va construyendo su discurso político desde un conjunto de ideas, datos cuestionables y narraciones que van a contramano del sentido común consensuado en la historia reciente, de 40 años de democracia.


Por Alejandro Medici  (*)

Para ello, recurre a un mito racional.

La mentalidad mítica aún en tiempos de ubicuidad de la ciencia y la técnica aplicadas, sigue formando parte de la cultura política. Como en la saga de ciencia ficción de Isaac Asimov “Fundación”, pese a un alto desarrollo de la razón técnica, la especie humana sigue siendo, para bien o mal, animalidad cultural; simbólica, espiritual y mítica. 

 

Han cambiado sus formatos. A los catecismos, rituales, solemnidades, libros sagrados, manifiestos, ensayos, etc., han sucedido hoy, luego de los medios de comunicación de masas, soportes de mayor velocidad y capilaridad: las redes sociales en forma de memes, fake news, videos, big data, data mining, los filtros burbuja, en una era que ha sido definida como de “posverdad”.

El recurso a los mitos se potencia en el nuevo contexto. Las crisis, los procesos de cambio acelerado,  la sucesión de catástrofes ambientales, crisis socioeconómicas que degradan las condiciones de vida en forma acelerada, escaladas bélicas de creciente peligro, inseguridad multiforme cotidiana, etc., potencian la funcionalidad de los mitos. Ellos, no importa cuan lejos o cerca de verdades están,  dan sentido, que no es poca cosa, movilizan el cotidiano, pretenden explicar el caos creciente.Producen efectos en la realidad.

Tal vez el mito político racional más difundido hoy en Argentina y el mundo es el de la “mano invisible del mercado”, la “libertad económica”  y todo su campo semántico y ritual asociado, es decir, su “mitologema".

 

El pensamiento mítico racionalizado recurre, decían Franz Hinkelammert y  Enrique Dussel, a ideas trascendentales, con formato de discurso científico, incluso matematizable y argumentable lógicamente. Se trata de conceptos ideales, lógicamente pensables como postulados, relacionados con realidades empíricas, pero que no son posibles o realizables en la realidad empírica.

Cuando se construyen dogmas y verdaderas teologías profanas en torno a estos conceptos y, se persigue la sociedad ideal a través de ellos, buscando el cielo en la tierra, se produce el infierno en la tierra. Esto es lo que ha sucedido y viene sucediendo con la “mano invisible del mercado”. La sociedad de “competencia perfecta” donde los precios (todos, también salarios y bienes naturales) son fijados por la oferta y la demanda libremente, pudiendo variar su valor entre cero y las magnitudes que dicten los mercados.

El propio gurú de la Escuela de Viena de economía y maestro directo de Milton Friedman e indirecto de Milei, Friedrich Hayek, reconoce que la sociedad de competencia perfecta es un ideal inalcanzable. Si existiera competencia perfecta los productores y consumidores tendrían conocimiento perfecto de las variaciones del mercado y velocidad infinita para adaptarse. La naturaleza divina del mercado se impondría  y podría el homo oeconomicus realizar su motivación: ganancia sin límites. 

No sería necesario distorsionar precios de equilibrio, como los costes laborales, que son uno más: “recursos”, “capital”,  que con cinismo se adjetivan de “humanos”.  Pero Friedman sabía que esto no es posible y que en este valle de lágrimas, por debajo del paraíso del equilibrio de mercado modélico solo nos queda, con esfuerzo y sufrimiento, acercarnos a Él. 

Ahí empieza el problema de la teología del mercado. El dogma dice que el mercado, si desregulado, “liberado” tiende a acercarse al equilibrio, que incentiva a los que venden mas calidad a mejor precio, que son las gentes humildes, emprendedoras, que aceptan sus veredictos (del latin veritas dictio) decir la verdad, y que son premiados con el acceso a créditos (de credere, creer) y fondos fiduciarios (de fide, fe).

¿Monopolios, oligopolios, cartelización de la economía? A diferencia del liberalismo nacido en la última parte del siglo XIX y que vivió hasta la década de los 70 del siglo pasado, que sostenía la defensa de la competencia a través de leyes antimonopolios o “antitrust”, este (neo)liberalismo sostiene que esas distorsiones del mercado suceden debido a la intervenciòn estatal: robo y violencia, sinónimo de justicia social. Como los sindicatos que son “monopolios de la oferta de trabajo” legalizados.

¡El mercado está bajo ataque! El estado planifica en forma centralizada soviética,o indirecta indicativa peronista, legaliza mínimos salariales de subsistencia y/o entorpece la autonomía de la voluntad al regular las relaciones laborales, ambientales, pretende una fiscalidad progresiva, intervenir integrando las cadenas de valor de la producción,legaliza esa abominación de las sociedades comerciales: las cooperativas, etc. Así nos aleja de la moralidad de los individuos del mercado y sus derechos sagrados que son la libertad, la autonomía de la voluntad, la propiedad privada. Todas variantes que,  juntas o separadas,  nos llevan a un “camino de servidumbre”, al socialismo.

Solo una estricta igualdad formal ante la ley que se aplique a ricos y pobres, a débiles y poderosos las garantiza. Es la que permite a ambos, dormir debajo de los puentes (aunque ni siquiera, porque eso afea las ciudades, genera inseguridad y desvaloriza las propiedades inmobiliarias vecinas…)

¿Desigualdades sociales? Son consecuencia de la  (in)capacidad de adaptación a los estímulos del mercado. La inadaptación social y el resentimiento que esto pueda generar se soluciona recurriendo a la violencia legal, defendiendo a la “gente de bien”, humilde frente al mercado, de los “orcos”, soberbios y resentidos. Con el paso del tiempo el aprendizaje del egoísmo racional, el cuidado de sí, la adaptación,  integrarán y premiarán a los exitosos, por sus méritos. En 50 años seremos como Irlanda.

¡Hay que extirpar el  zurdaje!. Más allá del fin de la guerra fría, del fracaso económico del comunismo, sostienen estos “liberales” que el marxismo  ha tenido un triunfo cultural. Se expresa en toda una cultura “neomarxista” de los feminismos, disidencias sexuales, ecologismos, populismos, los grupos étnicos racializados migrantes extra occidentales que no se integran en el mercado y los valores de nuestra civilización, y, en fin, un inflacionario catálogo interminable y costoso de derechos humanos que afectan los fundamentales y únicos: autonomía de la voluntad y propiedad. Adoctrinan desde la educación pública y los espacios culturales. Deben ser combatidos. 

La extirpación de este cáncer es una tarea inacabada. Esa cultura “zurda”  woke afecta la libre acumulación del capital en el mercado. Los derechos humanos ya son disfuncionales, molestan, por eso el negacionismo del terrorismo de estado, que rescata y reivindica los “dinosaurios” de la canción.

.En fin, pese a todas las evidencias que, como sostiene Francisco, esta idolatría del Moloch Mercado genera el descarte social de miles de millones de personas, y una crisis ecológica mundial que nos arriesga a umbrales irreversibles de deterioro de la vida humana y no humana en el planeta, la pulsión de muerte se actualiza y racionaliza en la forma del mito de la libertad mercantil.Se festeja la escasez de vida.

Lejos de elevarse los niveles de libertad desregulada, ahora la economía es regulada por un puñado de grupos económicos financieros transnacionales, nacionales (si este adjetivo tiene algún sentido) y los intereses geopolíticos de los Estados Unidos. Estos además financian sin controles la política, generando el proceso de transición de la democratización defectiva hacia la plutocracia (de pluto, riqueza, dinero, kratos, poder) legitimada electoralmente. Los mitos tienen realidad, generan consecuencias terribles que ya estamos sufriendo, y recién empiezan….

La actitud mítica de Milei es la de un creyente. Tal vez por eso generó credibilidad y tuvo tanto apoyo frente a la clase política profesional, plutócrata también en alguna medida.  Pero hay otra actitud mítica, la de los intereses económicos y geopolíticos que sostienen su gobierno, que usan los mitos conscientemente como instrumento de manipulación para elevar su tasa de ganancia y su dominación.

(*) (docente-investigador FCJyS. UNLP)

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