

Por Tomás Pérez Bodría
La expresión "El rey quedó desnudo" proviene del cuento "El traje nuevo del emperador", en el que su autor Hans Christian Andersen relata la historia de un emperador vanidoso que es engañado por unos estafadores que le hacen creer que han confeccionado un traje invisible para los necios. Nadie se atreve a decir la verdad hasta que un niño exclama que el emperador está desnudo, revelando la falsedad del engaño.
El viernes 11 de abril de 2025 el presidente Javier Milei, aunque a diferencia del cuento de Andersen, sin cumplir el rol del engañado sino el del estafador quedó desnudo, exhibiendo ante la sociedad argentina, sin pudor alguno, la mendacidad de su relato.
Quedó expuesto abiertamente que era una de sus más flagrantes mentiras que el déficit fiscal y la emisión monetaria son la causa única y exclusiva de la inflación. Después de 15 meses de feroz ajuste fiscal y sin emisión monetaria y supuesto superávit fiscal (también falso porque se obtiene borrando al Estado de sus más elementales obligaciones y sin computar el déficit cuasifiscal generado por la emisión de bonos y los interses de la deuda), la inflación nunca alcanzó el 1 por ciento mensual prometido y, por el contrario, revirtió su tendencia a la baja a partir de enero de este año, alcanzando un letal 3,7 por ciento en marzo de 2025 -antes de la debacle mundial causada por las medidas de Donald Trump y de la firma del nuevo y ruinoso acuerdo con el FMI-.
Quedó también expuesto que el supuesto novedoso plan "financiero" en curso (en rigor una reedición de los precedentes planes neoliberales de ajuste de Martínez de Hoz, Alfonsín, Menem y Macri y Alberto Fernández, con la sóla adición del supuesto déficit cero) fracasó estruendosamente. Y apurado Milei por llegar menos maltrecho a las elecciones de octubre y el cara de piedra Luis Caputo por extender la sangría de dólares que a favor de sus amigos y socios requiere la bicicleta financiera, acudieron presurosos a reptar indignamente ante el amo imperial en su residencia de Miami. En ese trance Donald Trump, sin privarse del placer de humillar al rastrero mendigante al que ni siquiera concedió un cruce casual, le tiró unos morlacos verdes que permitan extender por un tiempo la afiebrada ilusión de trascendencia del payaso de su círco imperial, utilizándolo en aras de los designios geopolíticos y requerimientos de saqueo de los recursos del pueblo argentino que abastecen los intereses del imperio declinante. Seguramente hasta que, poniendo la marcada ineptitud de Milei y los suyos en riesgo el plan, se decida desde la metrópoli agradecerle su gestión con una tremenda patada en su mandrilezco trasero para asegurar la continuidad de dicho plan mediante los servicios de un nuevo cipayo con cara y modales más amables.
Las consecuencias de todo esto, más allá de los denodados esfuerzos del dispositivo mediático del gobierno por ocultar la desnudez de su mascarón de proa, no son otras que más miseria para el pueblo, sumisión colonial de la Patria y la vergüenza de operar en favor del designio estratégico de EE.UU, utilizando a la Argentina como un dique de contención que morigere los avances hacia la unidad latinoamericana que posibilite a la región obtener un asiento en la mesa de discusión que el multilateralismo creciente sirve en el nuevo tablero geopolítico global. Una nueva vergüenza para la nación, sólo equiparable a la que la sufrió participando en el siglo XIX en la guerra de la Triple Alianza, fomentada por Inglaterra para abatir al Paraguay, la nación más progresista e independiente de aquel tiempo en la región.
¿Y por casa cómo andamos? Es decir, ¿qué camino debemos recorrer los argentinos que sufrimos este ataque imperial tan contundente, para enfrentarlo? ¿Basta para abastecer tal propósito un discurso flamígero contra Milei en el marco de una contienda electoral de medio término, como la que se avecina? Categóricamente no.
Cuanto se requiere es lo que una dirigencia pretendidamente nacional y popular, política, gremial y social, que transita entre la confusión y la complicidad, no ha implementado desde el arribo del enviado yanqui a la presidencia de la nación: un plan de lucha embebido de continuidad. Dentro de ese plan hay espacio para la disputa electoral, pero sólo en la medida que cumpla ese rol dentro de la resistencia generalizada y continuada. Y hago hincapié en la continuidad, porque los arrestos aislados de resistencia terminan siendo funcionales al proyecto de profundización colonial. Escuché hace un par de días a una oyente que envió a una radio el siguiente mensaje: "cada vez que hacemos una marcha multitudinaria, exitosa, el gobierno sale con medidas que nos producen más sufrimiento". Colofón: si seguimos vanagloriándonos de los mentados éxitos aislados, terminaremos por desalentar a los compañeros y compañeras que los nutren. Es un plan de lucha en todos los terrenos -el callejero, el parlamentario, el gremial con un paro general por tiempo indeterminado y también un armado electoral amplio pero sin traidores o directos enemigos encubiertos como es el caso de Sergio Massa, que debe CONTINUAR hasta que se derroque por juicio político o renuncia a Milei y Villarruel. Parece infantil centrar nuestros esfuerzos sólo en un proceso electoral o continuar con actos aislados, para enfrentar un modelo económíco, político, social y geopolítico que ha registrado avances tan profundos como los que hoy estamos viendo. No exagero si sostengo que la Patria está invadida por fuerzas extranjeras que, contando con la concupiscencia de poderosos sectores cipayos que se dicen argentinos sólo por haber nacido en suelo patrio, vienen por el presente y el futuro de los argentinos. Baste para ello con recordar que nuestra principal vía navegable, por la que transita el 80 por ciento de nuestras exportaciones, está ya regenteada por militares yanquis con título de ingenieros, que la OTAN ha recibido de regalo la Base Naval Integrada de Usuahia nutriéndola con sus propias fuerzas armadas, por lo que las Malvinas se consolidan como una base estratégica geopolíticamente central en la principal hipótesis de conflicto que tiene EE.UU., que es China. Hipótesis a la que, precisamente a partir de las entregas señaladas, coadyuva también el pleno control que pasa a ejercer del paso bioceánico que es el canal de Beagle.
En síntesis, el rey está desnudo, pero constituye un error fijar sólo en ese cuerpo contrahecho nuestra mirada. Veamos tras el mismo los que se quedaron con sus derruídas ropas y que, sobre todo, van atesorando nuestras inmensas riquezas.
Frente a ello el enfrentamiento no admite otra alternativa que ser total, continuo y, a la vez, generador al fragor de la lucha de una dirigencia y una alternativa que resuelva en favor del pueblo argentino la tan vigente dicotomía de "Patria o Colonia".