

Por CARLOS MEDINA GALLEGO (*)
1. EL IMPERIO CONTRA UNA PEQUEÑA Y VALIENTE ISLA
Cuba, con sus apenas 11 millones de habitantes, ha resistido más de seis décadas de agresiones sistemáticas. El bloqueo —recrudecido aún más con la Ley Helms-Burton y las más de 240 sanciones impuestas durante los gobiernos de Donald Trump— limita no sólo el comercio, las finanzas y las transacciones internacionales, sino que impide el acceso a medicinas, tecnología, alimentos, combustibles y servicios básicos que salvan vidas. Es un castigo colectivo, criminal e inhumano.
Es una contradicción insostenible: el país más poderoso del mundo, con todos sus recursos diplomáticos, económicos y militares, utiliza su poder para aislar y dañar a una nación que ha optado por un modelo político soberano. Si bien se presentan estas medidas como sanciones “contra el gobierno cubano”, en la práctica afectan directamente a la población civil. ¿No es esto una forma de castigo colectivo, prohibida por el derecho internacional humanitario?
2. LA HUMANIDAD NO PUEDE SER REHÉN DE LOS IMPERIOS
Lo que está en juego va más allá del caso cubano. Es la legalización de una doctrina de coerción global que habilita a las potencias a decidir quién vive y quién muere, quién puede desarrollarse y quién debe arrodillarse. Se castiga a Cuba por no rendirse, por mantener viva la llama de la autodeterminación. ¿Qué mensaje se está enviando a los pueblos del mundo? Que la libertad se paga con hambre. Que la independencia es una herejía en un mundo dominado por corporaciones y centros financieros globales.
Pero frente a esta ignominia, también se han levantado pueblos y naciones que se niegan a ser cómplices del atropello. La solidaridad con Cuba no ha sido sólo retórica; ha sido también práctica, concreta, profundamente ética.
UNA SOLIDARIDAD SOBERANA Y AMOR EFICAZ.
Durante la pandemia del COVID-19, mientras muchos países cerraban fronteras, el gobierno cubano envió brigadas médicas del Contingente Henry Reeve a más de 40 naciones, incluso a países europeos como Italia y Andorra. En contraste, Cuba recibía insumos y donaciones desde países del Sur Global que, con escasos recursos, entendieron que la solidaridad es el lenguaje más auténtico entre los pueblos. México, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Vietnam, Sudáfrica, Rusia y China han sido algunos de los países que, desde diversas posiciones ideológicas, han acompañado a Cuba, desafiando las amenazas extraterritoriales del imperio.
Incluso ciudades y regiones dentro de Estados Unidos y Europa han emitido resoluciones exigiendo el fin del bloqueo, desafiando a sus propios gobiernos. Esa es también una forma de amor eficaz entre pueblos: la desobediencia moral frente al crimen silencioso de matar con sanciones.
¿QUÉ HACER?… RUTAS PARA UNA SOLIDARIDAD ACTIVA
El bloqueo a Cuba no puede enfrentarse sólo con condenas simbólicas. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha votado abrumadoramente durante 32 años seguidos por su levantamiento, sin que ello tenga efecto vinculante. Esto demuestra que el sistema internacional está secuestrado por los intereses de los más poderosos. La solidaridad verdadera debe entonces construir otras rutas:
1. Organizar redes de comercio justo y cooperación directa con Cuba, desafiando los mecanismos de sanción con sistemas alternativos de intercambio.
2. Impulsar campañas globales de presión ciudadana contra las empresas y bancos que acatan extraterritorialmente las leyes del bloqueo.
3. Fortalecer el intercambio cultural, académico y científico como forma de romper el cerco mediático y político.
4. Exigir que organismos internacionales de derechos humanos intervengan y documenten las violaciones que el bloqueo representa para los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo cubano.
5. Apoyar las luchas de otros pueblos bloqueados, como Venezuela, Irán, Siria o Palestina, generando una conciencia común contra la guerra económica como herramienta de dominación.
POR ENCIMA DE LOS ESTADOS, LA HUMANIDAD
El drama de Cuba —como el de tantos pueblos sometidos a medidas coercitivas unilaterales— nos obliga a repensar los límites de la legalidad internacional y el sentido ético de nuestras naciones. ¿Podemos aceptar un orden global donde el hambre sea utilizada como arma? ¿Dónde un niño cubano no tenga acceso a un medicamento porque un banco extranjero teme ser sancionado por Washington, o que un niño palestino muera de sed y hambre por el bloqueo de la ayuda humanitaria?
La humanidad debe colocarse por encima de los Estados, especialmente por encima de las potencias que actúan como poderes castigadores. Los pueblos no pueden seguir siendo rehenes de las guerras geopolíticas que solo defienden intereses de élites económicas y militares. La solidaridad internacional debe volver a ser un principio ético y político fundamental, un acto cotidiano de resistencia contra la injusticia global.
! CUBA NO ESTÁ SOLA !!!
Cuba no ha sido vencida. Y eso, en sí mismo, es una victoria moral de proporciones gigantescas. Su resistencia es también la nuestra. La dignidad de un pueblo que no se rinde, a pesar del cerco, debe ser inspiración para quienes creemos en un mundo distinto. Un mundo donde los pueblos no sean chantajeados por elegir su camino. Un mundo donde amar a los otros no sea delito.
Hoy más que nunca, debemos gritar con fuerza: ¡Abajo el bloqueo! ¡Viva la soberanía de los pueblos! Y que la esperanza organizada y solidaria sea el verdadero rostro del porvenir.
Todos los estados democráticos y solidarios con el pueblo de Cuba y los pueblos del mundo que sufren bloqueo y hambre.
Por CARLOS MEDINA GALLEGO (*)
1. EL IMPERIO CONTRA UNA PEQUEÑA Y VALIENTE ISLA
Cuba, con sus apenas 11 millones de habitantes, ha resistido más de seis décadas de agresiones sistemáticas. El bloqueo —recrudecido aún más con la Ley Helms-Burton y las más de 240 sanciones impuestas durante los gobiernos de Donald Trump— limita no sólo el comercio, las finanzas y las transacciones internacionales, sino que impide el acceso a medicinas, tecnología, alimentos, combustibles y servicios básicos que salvan vidas. Es un castigo colectivo, criminal e inhumano.
Es una contradicción insostenible: el país más poderoso del mundo, con todos sus recursos diplomáticos, económicos y militares, utiliza su poder para aislar y dañar a una nación que ha optado por un modelo político soberano. Si bien se presentan estas medidas como sanciones “contra el gobierno cubano”, en la práctica afectan directamente a la población civil. ¿No es esto una forma de castigo colectivo, prohibida por el derecho internacional humanitario?
2. LA HUMANIDAD NO PUEDE SER REHÉN DE LOS IMPERIOS
Lo que está en juego va más allá del caso cubano. Es la legalización de una doctrina de coerción global que habilita a las potencias a decidir quién vive y quién muere, quién puede desarrollarse y quién debe arrodillarse. Se castiga a Cuba por no rendirse, por mantener viva la llama de la autodeterminación. ¿Qué mensaje se está enviando a los pueblos del mundo? Que la libertad se paga con hambre. Que la independencia es una herejía en un mundo dominado por corporaciones y centros financieros globales.
Pero frente a esta ignominia, también se han levantado pueblos y naciones que se niegan a ser cómplices del atropello. La solidaridad con Cuba no ha sido sólo retórica; ha sido también práctica, concreta, profundamente ética.
UNA SOLIDARIDAD SOBERANA Y AMOR EFICAZ.
Durante la pandemia del COVID-19, mientras muchos países cerraban fronteras, el gobierno cubano envió brigadas médicas del Contingente Henry Reeve a más de 40 naciones, incluso a países europeos como Italia y Andorra. En contraste, Cuba recibía insumos y donaciones desde países del Sur Global que, con escasos recursos, entendieron que la solidaridad es el lenguaje más auténtico entre los pueblos. México, Argentina, Bolivia, Nicaragua, Venezuela, Vietnam, Sudáfrica, Rusia y China han sido algunos de los países que, desde diversas posiciones ideológicas, han acompañado a Cuba, desafiando las amenazas extraterritoriales del imperio.
Incluso ciudades y regiones dentro de Estados Unidos y Europa han emitido resoluciones exigiendo el fin del bloqueo, desafiando a sus propios gobiernos. Esa es también una forma de amor eficaz entre pueblos: la desobediencia moral frente al crimen silencioso de matar con sanciones.
¿QUÉ HACER?… RUTAS PARA UNA SOLIDARIDAD ACTIVA
El bloqueo a Cuba no puede enfrentarse sólo con condenas simbólicas. La Asamblea General de las Naciones Unidas ha votado abrumadoramente durante 32 años seguidos por su levantamiento, sin que ello tenga efecto vinculante. Esto demuestra que el sistema internacional está secuestrado por los intereses de los más poderosos. La solidaridad verdadera debe entonces construir otras rutas:
1. Organizar redes de comercio justo y cooperación directa con Cuba, desafiando los mecanismos de sanción con sistemas alternativos de intercambio.
2. Impulsar campañas globales de presión ciudadana contra las empresas y bancos que acatan extraterritorialmente las leyes del bloqueo.
3. Fortalecer el intercambio cultural, académico y científico como forma de romper el cerco mediático y político.
4. Exigir que organismos internacionales de derechos humanos intervengan y documenten las violaciones que el bloqueo representa para los derechos económicos, sociales y culturales del pueblo cubano.
5. Apoyar las luchas de otros pueblos bloqueados, como Venezuela, Irán, Siria o Palestina, generando una conciencia común contra la guerra económica como herramienta de dominación.
POR ENCIMA DE LOS ESTADOS, LA HUMANIDAD
El drama de Cuba —como el de tantos pueblos sometidos a medidas coercitivas unilaterales— nos obliga a repensar los límites de la legalidad internacional y el sentido ético de nuestras naciones. ¿Podemos aceptar un orden global donde el hambre sea utilizada como arma? ¿Dónde un niño cubano no tenga acceso a un medicamento porque un banco extranjero teme ser sancionado por Washington, o que un niño palestino muera de sed y hambre por el bloqueo de la ayuda humanitaria?
La humanidad debe colocarse por encima de los Estados, especialmente por encima de las potencias que actúan como poderes castigadores. Los pueblos no pueden seguir siendo rehenes de las guerras geopolíticas que solo defienden intereses de élites económicas y militares. La solidaridad internacional debe volver a ser un principio ético y político fundamental, un acto cotidiano de resistencia contra la injusticia global.
! CUBA NO ESTÁ SOLA !!!
Cuba no ha sido vencida. Y eso, en sí mismo, es una victoria moral de proporciones gigantescas. Su resistencia es también la nuestra. La dignidad de un pueblo que no se rinde, a pesar del cerco, debe ser inspiración para quienes creemos en un mundo distinto. Un mundo donde los pueblos no sean chantajeados por elegir su camino. Un mundo donde amar a los otros no sea delito.
Hoy más que nunca, debemos gritar con fuerza: ¡Abajo el bloqueo! ¡Viva la soberanía de los pueblos! Y que la esperanza organizada y solidaria sea el verdadero rostro del porvenir.
Todos los estados democráticos y solidarios con el pueblo de Cuba y los pueblos del mundo que sufren bloqueo y hambre.
(*) Historiador- Analista Político