16/08/2025 - Edición Nº1810

Trabajadores | 15 ago 2025

QUILOMBO

La paternidad como revolución: presencia y afecto como formas de reconstruir el poder negro

La paternidad negra está en sus inicios en un ámbito donde no existen referencias. Es como si los nuestros hubieran visto lo que es ser madre, pero nunca hubieran tenido la oportunidad de ser representados y aprender lo que es ser padre.


Por Camila Santos (*)

Yo era una niña de los años 90, criada en las afueras de la zona este de São Paulo. Era la única nieta, la única sobrina, la única niña en el patio trasero donde vivían mi madre, mi padre, mis abuelos y mis tías. Mi madre, una mujer negra nacida en los años 60, fue la primera de su familia en casarse y salir a trabajar. A diferencia de mi abuela, a quien su marido le prohibió trabajar, mi madre superó esta barrera con el apoyo de la red comunitaria periférica que la rodeaba.

En ese patio trasero, todos me querían. Pero cuando pienso en cariño, ligereza y aceptación, pienso en los hombres. Me enseñaron sobre la conexión y la presencia sin necesidad de nombrarlos. Me llevaban al skatepark, me introdujeron a la música, el arte y la cultura. Mi tío lavaba el coche con Racionais MC a todo volumen, mi padre escuchaba MPB conmigo. Era solo una chica, y así me trataban: con espacio para existir. Sin presiones ni dureza. Todos estos hombres eran negros.

Con el tiempo, me di cuenta de que las mujeres de mi familia, aunque cariñosas, siempre estaban agotadas. Cargaban con un legado de esclavitud en forma de autoexigencia extrema y afecto exterior, dejando poco para el interior (como las nodrizas). Los hombres, en cambio, me ofrecieron algo prohibido en el universo femenino occidental: pausa. Juego. Respiración. Me enseñaron que la vida no tenía por qué ser solo lucha. Y eso se quedó conmigo.

Entonces me convertí en madre. De dos niñas, con un hombre negro. Y sí, repito los comportamientos de las mujeres que he conocido y enfrento los dolores inherentes de ser una mujer negra: agobio, agotamiento, la búsqueda de la perfección. Pero en algún momento, comencé a preguntarme: ¿por qué me cuesta tanto fomentar la ligereza con mis hijas? Mi madre solía decir: «Es fácil ser cariñosa cuando no tienes que poner comida en la mesa». Y sí, estoy de acuerdo. Pero hay algo más. Un niño necesita crecer sabiendo que tiene derecho a descansar, a equivocarse, a soñar. Y es entonces cuando la paternidad negra comienza a impregnarme como una fuerza.

Porque ser un hombre negro presente y solidario es una forma directa de resistencia. Como lo expresa Diego Silva, fundador de Parentalidade Preta, un ecosistema multimedia dedicado a promover debates y reflexiones profundas sobre las experiencias de paternidad y masculinidad en la comunidad negra mediante la producción de podcasts (con series documentales exclusivas), grupos de formación y discusión, consultoría y cursos ( Ley 10.639 y Afrocentrismo), materiales educativos, campañas de crowdfunding y curación automatizada de contenido.

Ser un hombre negro presente significa resistir el proyecto que se creó para impedir que nos quedáramos. Desde el secuestro de nuestros antepasados, la estructura ha trabajado para desmantelar la familia negra. Esta ausencia fue forzada, fomentada y luego naturalizada como si fuera nuestra. Me niego a eso.

Rechazar este proyecto es construir un futuro. Y muchos hombres negros lo han hecho, aunque todavía estén tanteando el camino. La paternidad negra está en sus inicios en un campo donde no hay referencias. Es como si nuestros hombres hubieran visto lo que es ser madre , pero nunca hubieran tenido la oportunidad de ser representados y aprender lo que es ser padre.

El propio padre de mis hijas me preguntó un día: "¿Qué significa para ti ser padre? No lo sé".

Y él no es la excepción. Muchos hombres negros no se reconocen como sujetos de afecto. Crecieron sin verlo. Y cuando no lo ves, no lo imaginas. Diego refuerza: La sociedad impulsa a los hombres negros a la supervivencia, no al desarrollo. Nos enfrentamos al desempleo, al racismo institucional, a la criminalización constante y a la falta de atención en salud mental. Y aún existe un abismo de escucha: cuando un hombre negro intenta recuperarse, intenta arreglar las cosas, la puerta suele estar cerrada. Pero cuando comete un error, queda abierta de par en par para el juicio.

En otras palabras: no basta con querer. Hay que reconstruir una referencia. Crear un modelo. Ser padre, en este contexto, es como forjar un espacio en una tierra de escombros coloniales.

Pero cuando ese camino se consolida, el impacto es profundo. Diego añade:

La paternidad negra es una zanja de sanación. Reconstruye la autoestima de los niños y les enseña que es posible amar y ser amado sin violencia, sin exigir perfección, sin ocultar quiénes somos.

Es transformador cuando un niño negro crece sabiendo que su padre se quedó. Cuando una niña negra crece sabiendo que estaba protegida. Lo cambia todo: la forma en que te ves a ti mismo, la forma en que amas, la forma en que te desenvuelves en el mundo.

Este impacto comienza con los hombres negros reconociéndose como sujetos de afecto. Y repercute entre las mujeres, los niños y la comunidad. No se trata solo de la familia. Se trata de la política. Es una revolución íntima con impacto social.

Así que, en este Día del Padre, y todos los demás días, los invito a ir más allá de la presencia. Hablemos de la regeneración sistémica, del cuidado como derecho y de la paternidad negra como tecnología social para preservar la vida.

Nota 10 de agosto de 2025

(*) Ingeniera de producción especializada en proyectos de impacto social e investigadora en economía del cuidado, cultura popular y áreas urbanas. Ha trabajado durante más de 10 años en proyectos y empresas de impacto social, colaborando con líderes empresariales y comunitarios para estructurar iniciativas y evaluar resultados.

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