

Por Pedro Pierre (*)
La afirmación de que “estamos no sólo en una época de cambios, sino en un cambio de época”. El capitalismo se está implosionando desde el centro mismo del imperio norteamericano. No termina de morir mientras está surgiendo un nuevo orden internacional con la Alianza de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Las religiones no dan más: sus dogmas, su moral, sus instituciones, su clero… obsoletos que ya no interesan las nuevas generaciones; éstas buscan una espiritualidad más actualizada para enfrentar los desafíos presentes. El fracaso de la actual manera de vivir nos llevas al colapso por nuestra mala alimentación, el descuido de nuestra salud, la destrucción del medio ambiente. Nuestros esquemas de pensar no abastecen para entender lo que está naciendo con las nuevas tecnologías y las comunicaciones virtuales. La ‘inteligencia artificial’ nos aterra porque es ella, a través de sus promotores, que nos controla más que nosotros la podemos controlar. Nuestras relaciones se trastornan: Preferimos los perros y los gatos a los hijos. ¡Que contradicciones!” Nos comunicamos instantáneamente con cualquier lugar del planeta mientras dejamos de saludarnos entre vecinos. Nos angustia el genocidio de Palestina porque somos incapaces de detener el gobierno nazi de Israel ni su patrocinador gringo ni sus cómplices europeos. La ONU (Organización de la Naciones Unidas) queda en el ridículo frente a las guerras que surgen por todas partes. El escandaloso enriquecimiento de unos pocos empobrece la tercera parte de la población mundial incluso en los países llamados desarrollados, sin que se pueda parar esta situación diabólica. El tráfico de droga crece sin detenerse porque la drogadicción pasó a ser un medio fácil para los gobiernos de crear el caos en sus países y sus ciudadanos que se hunden en el desempleo y la miseria. El neoliberalismo es incapaz de resolver los problemas del empleo, la invasión del plástico hasta en nuestras células, el calentamiento global, el saqueo de las materias primas por multinacionales más potentes que los gobiernos que fomentan la corrupción más descarada en sus propias filas.
Todo eso es “el cambio de época” que se está desarrollando en este momento, cuya incrementación nos escapa porque nosotros mismos nos aferramos a un pasado en ruinas que añoramos. Somos nosotros mismos los que mantenemos del sistema capitalismo que se nutre de su propia destrucción y de la nuestra. Inconscientemente nos resistimos a este ‘cambio de época’: no queremos renacer a una vida más humana, a relaciones más armoniosas, a la fraternidad que necesitamos, a la comunión vivificadora con la naturaleza y el cosmos. Estamos en el parto que entreveía san Pablo: “Vemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto. Y también nosotros, aunque ya tengamos el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir.” Nos queremos ser los artesanos de nuestra propia salvación porque nos dejamos llevar por los que echan la culpa a otros de todo lo que nos está pasando. En Ecuador, “todo es la culpa de Correa”. Los que están interesados en los privilegios, el poder y la dominación nos han inyecto el odio a dosis impresionantes desde 8 años y quedamos ciegos, aislados, individualistas, pasivos y atropelladores de los demás y del futuro, mientras nos roban la dignidad, la compasión, el convivir y la resurrección a nuevas oportunidades que están surgiendo una y otra vez a nuestro alrededor… La aparición y el alba de una nueva época se están abriendo paso a paso a pesar de nosotros. Dejemos de odiar porque, en definitivo, nos odiamos a nosotros mismos: el odio es el signo de nuestro propio fracaso de estar abierto al futuro.
El papa Francisco en su Carta encíclica ‘Todos somos hermanos y hermanas’ nos sugería unos 4 caminos a seguir para conformarnos en una gran hermandad universal, esa utopía inscrita en lo más profundo de todos los humanos y del universo: ‘la fraternidad sin frontera, la amistad social, el amor político y una espiritualidad liberadora’… Para entrar en esta dinámica de vida y de amor, Jesús de Nazaret se dedicó a formar comunidades que optaban por ese camino de vida hacia más felicidad. Fueron los pobres de su época que entendieron el llamado y lo siguieron. Esta ‘Buena Noticia’ ha llegado hacia nosotros Hoy es la Iglesia de los pobres, la heredera del mensaje y testimonio de ese Jesús palestino. ¡Felices las y los que estamos empeñados en ‘esa locura’ que ilumina nuestras vidas y transforma la sociedad!
(*) Sacerdote nacido en Francia y residente en Ecuador desde hace 49 años.