viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1333

Economía y Política | 1 sep 2020

COLUMNISTA INVITADA - Verónica Mora Dubuc

Persecución, penal y después

Juicio de Once, una historia del lawfare argentino


Hubo un tiempo en que yo fui feliz. Ha quedado lejos y cómo empolvado. Los últimos 8 años han sido muy tristes y agobiantes. Primero por el horror de las muertes de 51 pasajeros del tren Sarmiento, más uno por nacer, en una trágica mañana del 22 de febrero de 2012. Y más luego por la persecución despiadada de la que fuimos presas. Persecución que cobró algunas vidas más como la de Leonardo Andrada (maquinista del Chapa 16 estragado) y Antonio Luna (subsecretario ferroviario muerto de dolor por la traición de sus pares)

Cuando aquella mañana de febrero escuché en la radio sobre el siniestro en la estación de Once, salí de la ducha para alertar a Juan Pablo, mi esposo, que para ese entonces era el secretario de transporte de la nación.

Pensé que sería como tantos otros avisos que alguna vez hice al funcionario ejecutivo y comprometido que era Juanpi y que lo activaban cuál bombero, para salir a resolver problemas de distinta índole. A veces desgarradores, como la bomba de la Embajada de Israel o a veces tragicómicos como riñas de cancha. Pero poco a poco fuimos dándonos cuenta de que esta vez era diferente. Alguien o algunos, estaban “carancheando” con los muertos y armando un feroz ataque políticamente interesado y estratégicamente armado con un objetivo capital: derrocar a CFK en las elecciones, tomar el poder para hacer más dinero y someter  a una sociedad en crecimiento nuevamente a la exclusión y la pobreza. Comenzaba así el lawfare en Argentina.

Pasaron cosas, claro que sí. La muerte de Nisman. Las causas contra la corrupción K. La derrota electoral. Todas en la tapa de los diarios clásicos y “de elite”. Pero también el infarto, la condena y burla social, la renuncia solicitada, la suelta de manos…sin trabajo, acribillados a demandas, indagatorias y procesos que sin pruebas usaban la prensa para hacer verdades de mentiras. Un laberinto enloquecedor. Si no te hackeaban la cuenta de mail o de twitter, te ponían en la boca de los pseudo periodistas de actualidad política. Cuál circo Romano los animales sueltos en el ruedo desgarraban tus viseras para humillarte y hacerte temer.

No fue menos angustioso el tiempo del juicio donde lo razonable devino en absurdo. Un tren en deriva, con freno de emergencia desactivado, sin intento de frenado efectivo, sin fallas para detener la formación, con un maquinista que reconoce estos hechos y no puede explicar por qué no freno?! Se convirtió en un estrago culposo como partícipe necesario sin siquiera estar en el tren, para el secretario de transportes que debía desde su oficina saber lo que pasaría.

Sin precedentes de una acusación tal, vivimos un linchamiento mediático y social que los jueces legitimaron con una condena arbitraria y a medida. A poco de andar las audiencias entendimos que ya estaba todo escrito y que, como me dijo la madre del motorman en soledad y angustiosa “si esto se lo hubieran pedido a mi marido (otro maquinista del sarmiento) las cosas no habrían sido así”.

Pero fueron así, como lo anticipó el juez de instrucción, nunca sabremos todo lo que en verdad pasó. Si sabemos que el Chapa 16 podía frenar pero no accionaron sus frenos ni su emergencia y con ello se llevaron 52 vidas y dejaron más de 700 heridos.

Sabemos que los responsables del estrago para el TOF 2 fueron 20 personas a las que les quitaron sus vidas para calmar la sed de venganza y de poder de otros tantos. Algunos pidieron más…bancas, cargos, ascensos, dinero.

Yo creo que además mi esposo Juan Pablo Schiavi, fue castigado por hacer. Porque  haciendo, altero intereses que no perdonan. La SUBE transparentó movimientos de dineros y eso no es fácil de sostener en Argentina. Levanta odios y estimula el ataque despiadado.

Hoy sin condena firme, Juanpi está detenido en el penal de Ezeiza. En condiciones que hacen de nosotros asesinos seriales. Escuchados en modo espionaje ilegal, humillados y rebajados a la condición de cosa y no de humano. Sospechados por querer comer un alfajor o querer estudiar en la universidad. Aprendiendo, porque siempre se aprende, de otros que corren otras suertes y que nunca antes conocimos. La pandemia ahora nos encuentran en el mismo espacio incluso, con los que se encargaron en otros tiempos de otras formas crueles de persecución y desaparición de compañeres. Pero mal. Muertos sin estar muertos. Castigados y maltratados para pacificar la ira de otres. Resistiendo porque eso sabemos hacer, alimentados por el amor entre nosotros y por la convicción de que Juan Pablo no hizo nada para que ese choque se produjera, ni dejó de hacer nada a su alcance, que pudiera haberlo evitado. Quizás si hubiere estado junto a Marcos Cordoba aquel día, habría accionado los frenos o sostenido activo el hombre muerto para que la emergencia del Chapa 16 nos  hubiera  ayudado a salvar 52 vidas más 2.

Pero eso no pasó. Lo que nos pasó y pasa es que hoy somos rehenes de un sistema que pelea por no perder sus privilegios y disputa por un poder que no le fue conferido pero del que se apropió por la fuerza y el engaño, con los modos actuales.

Hay lawfare en Argentina y Once 1 es una de sus causas “ejemplares”. Quizás la historia dirá de ella alguna vez algo más. Ojalá podamos verlo.

Foto de la espera en el penal para ingresar con un poco de humanidad dentro de un tupper protegido en una bolsa que lleva y trae

Escrito por Verónica Mora Dubuc

Médica Psiquiatra

Esposa de Juan Pablo Schiavi  

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