viernes 26 de abril de 2024 - Edición Nº1333

Economía y Política | 15 abr 2021

Razones del Día del Investigador

UNA HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN CIENTÍFICA ARGENTINA

Hoy publicamos un tercer artículo de Roberto Rovasio en este portal y el cuarto sobre temática científica. También publicamos un artículo del profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la JNLP Alfredo González sobre soberanía tecnológica que es una de las tantas soberanías a alcanzar por la Argentina (otras son la política, económica, la cultural, la alimentaria, la de ríos, mares y puertos).


El 10 de abril de 2021 se evoca el Día del Investigador en reconocimiento a la trayectoria de Bernardo Houssay (1887-1971), al cumplirse el 134 aniversario de su nacimiento, fecha también adoptada por la UNESCO como Día de la Ciencia y la Tecnología (CyT). Bernardo Houssay fue (es) un personaje controvertido, aunque sus múltiples matices integran, sin duda, la historia de la CyT argentina y de la región, difícil de resumir en pocos párrafos.

Propósitos de Don Bernardo.

Para conocer qué hace hoy un investigador científico, es necesario considerar que luego del primer esbozo en la etapa virreinal tardía, de los avances más que voluntaristas en las jornadas de la independencia y de una intención más formal avanzado el siglo XIX, la cultura científica argentina, como en la mayor parte del mundo, no estaba institucionalizada y se desarrollaba casi como un hobby de selectos privilegiados.

Recién a mediados del siglo XX, con Bernardo Houssay, se comenzó a hablar de investigación científica como profesión, su enfoque hacia la dedicación exclusiva y su proyección en la formación de discípulos. El Premio Nobel otorgado en 1947 por trabajos realizados en Argentina, fue un gran espaldarazo para desarrollar sus ideas, que llegará a concretar al fundar el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) en 1958, sobre la base de frustradas iniciativas de las décadas de 1930 y 1940.

Y así, la CyT en Argentina comenzó a recorrer una difícil y compleja doble vía, que siguió su curso hasta la actualidad y que fue (es) el reflejo de diferentes vertientes trasplantadas en su mayor parte desde las países centrales. Por un lado, estaban los defensores de la ciencia pura, universal, libre o autónoma, luego llamada “cientificista” o “Escuela de Houssay”. Y por otra parte, los impulsores de una ciencia más planificada hacia intereses nacionales, en aquella época bajo la bandera de la industrialización en un país donde el conservadurismo agrícola-ganadero solo había necesitado de la rebosante pampa.
Los dos carriles

La elite científica de la investigación libre y autónoma (B. Houssay, V. Deulofeu, V. G. Foglia, A. Lanari, L. Parodi, E. Braun Menéndez, J. T. Lewis, A. C. Taquini, L. F. Leloir), tuvo mayor peso frente a la casi ausente tradición en investigación industrial, lo que permitió separar la investigación pura de las actividades técnicas y profesionales –consideradas subalternas–, que hoy se llamarían de transferencia tecnológica.

El otro andarivel se orientaba al desarrollo nacional en las áreas metalúrgica, aeronáutica y nuclear (M. Savio, E. Mosconi, E. Gaviola y J. A. Balseiro), convergiendo con sectores humanistas (R. García, F. González Bonorino, I. Pirosky, H. Ciancaglini, A. Zanetta). Su interés apuntaba a explotar materias primas locales, organizar científicamente el trabajo y desarrollar la investigación en universidades con fuerte intervención del Estado y orientación industrialista.

Durante años y gobiernos, ambos grupos fueron representados en instituciones de CyT, aunque el liderazgo se mantuvo, explícito o no, en la “Escuela de Houssay” con sus hijos, nietos y bisnietos académicos. Los vaivenes político-castrenses hasta fin del siglo XX fueron paralelos a la esperanza-desesperanza de los periodos civiles-uniformados. Y el precoz deterioro de instituciones científicas que no acababan de nacer creó la idea de una agonía del neonato. Su resultado fue un subdesarrollo que no permitió demandar a los científicos los productos basados en el conocimiento, para su consumo interno y para exportación. Como una larga película que prolonga una saga iniciada en los años 1930s, la renovación de actores permitió ilusionar supuestos cambios como algo innovador, con la complicidad de los que conociendo el libreto, callan y otorgan. Hace tiempo que no debería interesar si sigue vigente el liderazgo de la “Escuela de Houssay”, ya que puede ser el tiempo de superar esa opción.

Cambios recientes en la CyT
En el anverso de la moneda, la creación del Ministerio de CyT fue una importante plataforma para relanzar el sistema científico, reconocido por organismos internacionales de indiscutible objetividad. Mejora en los salarios, aumento del presupuesto, incremento de investigadores y becarios, reactivación de programas estratégicos (nuclear, satelital, minero, petrolero), retorno de investigadores expatriados, importante obra edilicia y equipamiento, nuevas universidades e institutos y cooperación entre ambos, mayor equidad de género en el personal científico-tecnológico y en la conducción del Conicet, etc. Estos avances, impensables en otras épocas, permitieron hacer muchas cosas con más dinero, pero quizás faltó una coherente planificación con base ideológica, sin miedo a esta palabreja.

El reverso de la moneda fue la etapa siguiente con el desguace y caída de la financiación científica, abolición de los Ministerios de CyT, de Salud y otros, reducción de investigadores y becarios, atraso o abolición de subsidios, freno de proyectos avanzados (Arsat-2, Arsat-3, Atucha-3, etc.), bloqueo de la producción de medicamentos, vacunas y reactivos, corte a la construcción de vagones de ferrocarril, desguace parcial o total de Fadea, Conae, Cnea, Citidef, Inta, Inti, etc., riesgo de continuidad para Invap como sociedad del Estado y madre de empresas. En la misma etapa, el Ministro de CyT Lino Barañao (degradado a Secretario), declaró una “auspiciosa y necesaria fuga de cerebros”, relativizó necesidades de docentes e investigadores, amenazó a los díscolos con cesantías, re-direccionó temas de investigación en forma arbitraria e inconsulta, etc. El famoso Triángulo de Sábato con vértices en el Sistema Científico-Tecnológico, las Empresas y el Estado, se convirtió en el Triángulo de la CEOcracia con sus vertientes en Multinacionales con dominio Financiero, en Desindustrialización con Explotación Primaria Extractiva, y en “Emprendedorismo” con Congelamiento de CyT.

Aquel fatal cuatrienio fue enfrentado por la actual gestión intentando revertir los males mediante la re-creación de Ministerios de CyT, de Salud, aumento de presupuestos, etc.. No obstante, la moneda sigue en el aire y, con la crisis mundial y la pandemia, aún no se puede conocer de qué lado caerá.
 

El meollo del investigador
Un investigador científico en Argentina se forma y afinca esencialmente en la esfera pública, donde el conjunto social aporta a su manutención personal e institucional. No obstante, la ancestral influencia de la ciencia “neutra, pura y globalizada” resulta en una muy lenta (aunque creciente) toma de conciencia social, quizás intentando visualizar una respuesta razonable a las cuestiones formuladas a sí mismos o demandadas por sus discípulos: ¿Se debe producir conocimiento para una ciencia neutra y globalizada? ¿… aceptar sin condiciones las “ayudas” de agencias transnacionales? ¿… expulsar hacia el Norte la mano de obra barata de los mejores profesionales? ¿Qué Educación, Ciencia y Tecnología queremos? ¿Para qué país y para quién las queremos? Muchas preguntas con respuestas aún pendientes.

En 1993 –en otra plena embestida neoliberal–, el Banco Mundial ordenó la privatización del Conicet y de la Comisión Nacional de Energía Atómica (*), acción solo frenada por la oposición masiva de los investigadores de todos los niveles. Quizás sería necesario empezar a pensar si la misma coherencia mostrada para salvar los propios intereses, se debería aplicar para salvaguardar los intereses de la CyT enfocados también en lo nacional y regional.

En el Día del Investigador, además de defender los inmediatos intereses personales, no se debería dejar a un lado la utopía de recordar que su razón de ser descansa en gran parte en defender un ideal; en ser capaz de obtener lo que se propone, no solamente proponerlo; en ser ajeno a dogmatismos y prejuicios; en tener el coraje de cortar el cordón umbilical y no quedar –como la lamprea– pegado a los tiburones; en tener un espíritu genuinamente independiente; en desarrollar el pensamiento crítico empezando por la auto-crítica; en hablar lo justo y escuchar mucho; en incorporar el "nosotros" más que el "yo"; y sobre todo…, en estar insertado en la sociedad que los nutre y sostiene.
 
Ciencia y Tecnología en tiempos difíciles 
El Dr. Rovasio demuestra de qué manera la producción y el manejo del conocimiento son interdependientes de las bases socio-económico-culturales de cada país. Acerca argumentos legítimos para la defensa de la Ciencia, Tecnología y Sociedad, contribuyendo a la comunicación pública de la ciencia en un área poco conversada y mucho menos discutida.

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